domingo, 4 de diciembre de 2011

A raiz de un newsletter de Cormillot que reenvié al grupo,Marco hizo esta reflexión:

A mí me gusta mucho este mensaje, especialmente la última parte que dice: “Porque la obesidad es una enfermedad muy inteligente, y la grasa no sólo se infiltra en el hígado sino también -simbólicamente, claro- en el cerebro de las personas y las hace decir cosas peculiares.”
 
Los que tratamos adicciones estamos muy acostumbrados a escuchar cosas parecidas, relacionadas con la droga (entidad química). Quizás lo interesante de la cuestión es que la naturaleza del objeto agente de la adicción no es esencial. Lo que importa es la naturaleza de la adicción. Hay una tendencia adictiva que depende de ciertos factores complejos que determina el tipo de elemento adictivo. El nuestro es la comida. 

Desde que se cambió el enfoque se descubrió una infinidad de elementos adictivos. Este es uno de los motivos para proponer una nueva perspectiva para considerar a las adicciones clásicas (puramente
químicas). Perseguir al adicto, en el caso de las adicciones químicas, es equivalente a perseguir a los usuarios del vino, de la cerveza y de todos los objetos de adicción. Como el sexo es uno de ellos, no se puede imaginar una persecución a los que hacen el amor. Los McDonald serían los más temibles bandidos y todos los gordos tendrían que ser encarcelados (en ciertos lugares, además de consumidores, seríamos acusados de hacer apología del delito, sólo por la exhibición de la adicción, evidenciada en nuestros cuerpos). La promoción del exterminio de los objetos de adicción (como por ejemplo, la marihuana) justificaría el exterminio del sexo y de la comida (que nadie se reproduzca, ni coma).

Como soy un obeso y sé que mi mente teje pensamientos irracionales, relacionados con el comer. No es con la comida, es con el comer. Es con el uso que uno hace de una cosa que no es, por sí sola, determinante de la adicción. Si así fuese, nadie podría resistirse al poder adictivo de cada una de ellas. El porcentaje de adictos a las drogas clásicas es enormemente inferior a los adictos a otras cosas(como, por ejemplo, a la comida). 
El tratamiento de las adicciones clásicas es metodológicamente menos complejo que el de los obesos. Los
adictos a las substancias químicas las pueden eliminar del consumo, mientras que a los gordos no nos que otra que la selección cuantitativa y cualitativa de los alimentos, además de toda una educación acerca del comer.

Es muy atractiva la metáfora de Cormillot. Es la parte que sintetiza toda su reflexión. Tiene un gran poder pedagógico, pero los que estamos en mantenimiento, sabemos que no sirve demonizar a la grasa.

Es nuestra tendencia adictiva la que nos hace decir cosas peculiares.
A mí me encantó la reflexión de Cormillot. Me hizo pensar (esto es bueno), pero me llamó la atención la generación de una idea de maldecir a la grasa que se generaba en mi cabeza. Pensé: la responsabilidad es mía, no de la grasa.

Espero no haber estado ten aburrido
Beso
Marco

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